lunes, 14 de noviembre de 2016

Carta de amor a tiempo.

Es curioso como a veces decido volver a pasarme por aquí. Podría escribir en cualquier otro lugar y tendría la certeza de que sería solo para mí. En cambio, escribir aquí significa que hay una mínima, remota y casi inexistente posibilidad de que llegue a ojos de alguien, una estúpida idea porque no me gusta que nadie sepa como me siento. Y sin embargo...

El caso es que, además de por ser estúpida, vuelvo aquí por alguna razón. Suele ser para buscar pedazos de mí que se han perdido en el camino, o enfrentar miedos frente a los que ya estuve una vez. Esta vez se trata de algo distinto. Hoy vengo a por cosas que hace mucho que dejé de sentir.

Mi primera reacción al verte llegar fue salir corriendo. Ya sabía quién eras y a por qué venías, sabía también que no quería dártelo, ni a ti ni a nadie. Pero al intentar huir mis piernas no se movieron. Pasé día tras día suplicando a mi yo más interno que huyera a toda velocidad. No hubo resultado. Me susurraba todo el tiempo que justo ahora no, justo aquí no. Y tú tenías que seguir apareciendo cada noche, no importa en qué lugar estuviese yo, siempre acababas allí. Entonces empezó a ser un juego y yo comencé a buscarte entre la multitud mientras decía que todo me daba igual. 

Pero es que yo ya había dicho que no quería. Ya había decidido que todavía no. Que no me gustaban las reglas que esta sociedad nos da para el juego. Había renunciado a jugar porque no merecía la pena intentar explicarlo todo desde cero. Aunque algunas veces aparecen personas a las que sí merece la pena explicar, y justo esas personas te entienden casi al instante, casi sin palabras.

Ahora estamos aquí. Me paso cada día observándote, buscando en silencio ese pequeño motivo por el que aunque quisiera no podría ser. No lo encuentro. Y sé que tratarte como a una rata de laboratorio no es justo para ti. Pero tengo miedo. Espero el más mínimo indicio que me haga terminar con esta loca misión y te juro que no lo encuentro. Lo intento porque sé que si entro en esta batalla saldré herida. Intento explicarte que no siempre me río y que también hay días en los que el sol brilla menos por aquí, y parece que no te importa. Incluso he intentado romper tus esquemas, o los que creía que tenías. Solo te ríes y dices que soy increíble. Siempre haces lo mismo, y me estás dejando sin armas. Tanto que de repente no me importa que seamos diferentes, ni las heridas, ni que podamos tocar el final con la punta de los dedos. Has cambiado las reglas, ahora quiero ser parte de todas tus pequeñas revoluciones, y de las grandes también. Algo me dice que tú también estarás en las mías. Ahora te veo y no me gusta la idea de no formar parte de tu vida, pero no soporto la idea de que te quedes cuando ya no encuentres motivos para reírte a carcajadas.

Llevo tanto tiempo hablando de vivir el momento que sería una locura no hacerlo ahora. Así que voy a por ello, contigo.

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