Era miércoles, los miércoles había matemáticas y luego química. Cuando acabé el examen de matemáticas sabía con toda certeza que estaba perfecto y tenía la mismísima certeza de que no sería capaz de soportar una clase de química. Así que decidí que era hora de escapar de aquella cárcel de mala muerte y dejar atrás los elementos y la formulación. Un par de despedidas, una llamada y un "¿quién está?" cuya única intención era escuchar un nombre. Llegué, no sin un par de pérdidas, allí me esperaba lo que es un secreto a voces. Hay dos tipos de secretos a voces cuando se trata de amor: los secretos alegres son aquellos en la que todo el mundo mira a los dos sujetos con ilusión y deseosos de que ocurran cosas entre ellos, los tristes son cuando la gente mira con lástima, temiendo que en cualquier momento uno de los dos se eche a llorar. Pero aquella vez el secreto era alegre. Una confesión obvia y un día bonito pero con tensión en el ambiente. Una huída y un sofá verde, no fui al teatro porque estaba ocupada, una noche de muuuucho amor, una noche dulce. El miércoles siguiente era 27, por lo tanto ese día tuvo que ser 20.
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