sábado, 11 de agosto de 2012

Sed libres, porque si os atáis acabareis como yo.

El doce de Julio de dos mil doce escribía lo siguiente en mi cuaderno:
Y lo que antes era una sospecha ahora es toda una certeza: si llega ese día me muero.

Hoy, día once de agosto de dos mil doce, puedo asegurar que ese día llegó y que sí, estoy tocada, hundida y muerta, muy muerta.

Que estúpida me siento ahora, porque cuando me decías que estabas cansado no me decías que era de mí y  cuando me decías que no dormías bien no me decías que era porque no sabías como decirme que no me querías. Y entonces yo siempre te respondía que dormirías bien si durmieras conmigo, ¡pero que tonta! si a mi lado era el peor lugar donde podrías haber dormido.

Siento que no haberte dado lo que esperabas de mí.
Siento que los que para mí fueron los mejores besos fueran para ti tan solo una obligación.
Siento que las despedidas en las que no quería dejarte ir te resultasen tan pesadas, tan eternas.
Siento que te hayas tenido que decir todos esos "te quiero" que no sentías.
Siento que estar sentados en ese banco significara la alegría para mí y la amargura para ti.
Pero sin duda lo que más siento de todo es que el tiempo que estuve contigo fuera para mí la felicidad en estado puro y para ti solo un mar de dudas y obligaciones.

Yo soy de las que pienso hay que llorar, sacarlo todo afuera, porque es esa la única manera de limpiar el alma. Mucha gente me dice que no llore, que no se ha muerto nadie ni se acaba el mundo. Pero ellos no saben que en cierto modo es justo eso lo que ocurre. Ha muerto una parte de mí, ha muerto ese tú que yo cree, ese tú que me quería. Se ha acabado el mundo en el que los números daban igual, en el que lo importante era estar juntos, ese mundo en el que yo viajaba en tu bici, ese mundo en el que tenía derecho a besarte cuando me viniera en gana, ese mundo en el que quererte no era malo para la salud.

Sé que yo para ti soy una chica normal, una chica a la que no pudiste querer, en la que no encontraste nada por lo que mereciera la pena quedarse e incluso un tanto inmadura. Sé que todo esto se te olvidará pronto. Pero a mí no, yo me quedaré ahí en un rincón y sin poder dejar de quererte. Y no pido que tú pases por lo mismo, ni mucho menos, solo te pido que si me ves llorar y sabes que es por ti te intereses un poco, aunque sea de mentira, aunque te de exactamente igual lo que me pase. Porque si hay algo que me mata es la indiferencia niño mío.

Y que conste que asumo el hecho de que no me quieres, no me has querido ni me querrás, prometo no darle más vueltas y no escuchar si no me hablas claro.

De esto debo aprender que no importa lo mucho que te esmeres en algo, da igual el amor y la ilusión que le pongas, porque, hagas lo que hagas, no podrás evitar que todo se vaya a la mierda en cuestión de segundos cuando se trata de dos. Y algo que creo que todos deberíais saber: los borrachos también mienten.

Te quiero mucho, pero como sé que tú a mi no dejo este consejo: Nada mejor que una ducha bien fría para el mal de amores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario