lunes, 30 de mayo de 2011
Sí, es verdad.
Se removió entre las sabanas y apoyó un poco más su cabeza en el elefante de peluche que había en su cama. Le encantaba la sensación de los pies recién lavados resbalando por la tela. Hacía la temperatura perfecta, suficiente calor como para no necesitar mantas y el frío justo para taparse hasta el codo con una sábana. Un pequeño soplo de aire acarició su hombro. Entonces, poco a poco, pero en cuestión de segundos se dio cuenta de que ya era hora de buscar a alguien a quien querer, alguien que pudiera acariciarle el hombro las noches de verano para que el viento no tuviese tanto trabajo.
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