lunes, 17 de octubre de 2011

Miló.

Estaba muy aburrida, así que fui a dar una vuelta a lomos de Miló, mi unicornio. Lo bueno de que la gente sea tan poco imaginativa es que no tengo que esconder a mi unicornio para que no lo descubran y le hagan pruebas en laboratorios. Ellos simplemente me miran con cara de ''esta niña está loca'' es normal que lo digan, ellos son tan incapaces de creer que los unicornios existen que creen que estoy tan loca como para teñir un caballo de rosa y ponerle un cuerno de elefante en la cabeza. A veces me pregunto quienes son realmente los locos...
El caso es que mi unicornio no sabe matemáticas porque no va al colegio. Miló es un alma libre y sería incapaz de encerrarse en esos horarios y esas tonterías que corrompen el alma, por eso me acuerdo mucho de él cuando no entiendo nada. ''¿Cómo va a ser libre si vive en un pequeño cuadrado del jardín?'' os habréis preguntado ya. Fácil, Miló no vive en un trozo cutre de jardín, él puede ir donde quiera, de hecho tiene preferencia por Suiza. Lo que pasa es que le gusta mucho estar conmigo y por eso me acompaña todo el rato menos cuando voy al colegio que se va a festivales de música o a hacer obras de arte. Si alguna vez habéis ido al Louvre habréis visto una escultura de Venus a la que le faltan partes, pues sí, esa escultura la hizo mi unicornio. Si no, ¿por qué creéis que se llama la Venus de Miló? Y no, las partes que faltan no están perdidas ni rotas, simplemente es que ese día salí antes del instituto, vino a recogerme y luego ya no tenía más ganas de seguir esculpiendo. El desorden de mi habitación es tan lógico como la existencia de mi unicornio. Es normal que un animal tan grande le de sin querer a una o dos cosas y las tire por el suelo... 


¿Qué haría yo sin él?

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