domingo, 12 de junio de 2011

No, sí, sí, no.

Y de repente se dio cuenta, no se reconoció a sí misma. Estaba haciendo algo que no iba con ella, algo que no le gustaba , algo que no le salía bien porque simplemente no sabía hacerlo.

Estaba haciendo planes.

Sí, ella, la reina de la improvisación, la loca de turno.

Estaba intentando concretar el qué, el quién, el dónde, el cómo, el para qué, el cuándo, el por qué.
Y no podía, le salía todo del revés, porque ella no era así, ella cambiaba de idea cada segundo, ella llevaba toda su vida improvisando.

Y pensó que a veces hay que cambiar, hay que madurar un poquito, hay que saber lo que pasará después. 

Pero aquella no era una de esas veces, lo sabía, estaba destinada a improvisar para el resto de su vida, a coger las oportunidades al vuelo, a dejarlas escapar si le apetecía , a no planear nada, a pasar de unas historias a otras sin pararse a pensarlo demasiado.

Estaba destinada a ser feliz, libre, feliz. 

Y si no... ya improvisaría algo.


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